Sunday, December 2, 2012

Las Expresiones Modernas de la Oratoria

Semblanza del Lic. Conrado Menéndez Díaz publicada en el tomo décimo tercero de la Historia de la Literatura en Yucatán de José Esquivel Pren (Ediciones de la Universidad de Yucatán, 1977), seguida por el ensayo Las Expresiones Modernas de la Oratoria:

LIC. CONRADO MENÉNDEZ DÍAZ

Desde la primera ocasión, ya lejana, en que cambié con él las primeras palabras, en trato personal, pensé, al retirarme: “He aquí a un hombre muy valioso, que no sabe cuánto vale”. Y esa primera impresión la he visto comprobada, con la mayor exactitud hasta la fecha en que escribo estas líneas.

Y no porque hayamos mantenido un contacto siquiera frecuente, sino porque, como dijo el Divino Rabí de Galilea: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Así que, por sus frutos los conoceréis” (S. Mateo, 28, w. 16, 17, 18, 20).

Y por sus obras (frutos) he conocido y conozco al Lie Conrado Menéndez Díaz, y ratificado la mitad de mi primera impresión (“he aquí a un hombre muy valioso”). La otra mitad (“que no sabe cuánto vale”), no la he ratificado por sus obras, sino por sus hechos y virtudes personales. La mayor de éstas últimas es la modestia, su modestia, una virtud que llega a lo escandaloso. Ya había sospechado esto, observando su afán de pasar inadvertido, de no querer figurar en ningún sitio eminente, o, como digo en alguno de mis poemas, “no ser nunca el primero ni en la más pobre aldea”.

Mi padre, el Lic. Pastor Esquivel Navarrete, siempre nos repetía, viniendo al caso, una frase del suyo (el Lic. Juan Antonio Esquivel y Farfán): Fray Modesto nunca llegó a Prior.

Sin embargo, el Fray Modesto con cuyo sayal se viste el espíritu del Lic. Conrado Menéndez Díaz, si ha llegado a Prior, pues hace ya muchos años que es el primero (prior), como cabeza, léase Director de la Revista de la Universidad de Yucatán, donde ha trabajado todo lo bien que, según los tiempos, le permiten las circunstancias.

Pero no se le quitará el vicio (¿dije vicio o virtud?) de la modestia y he tenido una prueba más, recientemente. Con el objeto de encabezar con ella el presente capítulo, aproveché el viaje a Mérida de mi amigo, el joven economista don Guillermo Martínez Escalante, encomendándole entrevistar al Lic. Menéndez Díaz en mi nombre, y pedirle, para mí, su retrato. Mi encargo fue cumplido; pero... ya imaginamos lo que habrá pensado el Lic. Conrado Menéndez Díaz: ¿Su retrato? Aquí había seguramente un error. ¿Cómo imaginar que pudiera aparecer en una Historia de la Literatura en Yucatán? —Otra vez Fray Modesto. Y me envió, con carta, la fotografía de su padre, el Dr. D. Conrado Menéndez Mena, un gran médico, sin duda. Algún tiempo después, y por el mismo conducto, repetí el encargo, esta vez con una explicación que absolviese sus dudas. Y es así cómo —estoy seguro de que “malgré lui”— lo he podido publicar en su sitio de honor correspondiente.

En cuanto a la obra literaria del Lic. Conrado Menéndez Díaz, si no es excesiva por su demasiada fecundidad, tampoco es tan escasa que no sea considerable. Como se dice en el pie de grabado, sus géneros son el Ensayo y la Crítica, y en ambos es sobresaliente. Pudiera afirmarse, quizá, que en él ambos géneros son uno sólo, pues como ensayista es crítico y como crítico es ensayista. Esto podrá ser correcto en términos generales; pero no en lo particular, pues si bien sus trabajos críticos constituyen verdaderos ensayos, no cabe decir lo mismo acerca de otros de los suyos en los cuales la temática no es la crítica literaria.

Ejemplos de los no literarios: Rector progresista y culto fue el Doctor Efraín Gutiérrez Rivas (Rev. de la Univ. Ene.-Feb.-1973); El ejemplo inmarcesible de Cepeda Peraza, Id. id. marzo-abril, id.) Juárez es paradigma del buen mexicano (Id. id. Jul.-Ag.-1971); y todos los Editoriales, así como la Sección “Vida Universitaria” de dicha Revista que él dirigía y dirige.

Magníficos ejemplos los ensayos de crítica literaria, debe de tener muchos; pero le conocemos cuatro que son insuperables: I. —Evocación de Amado Nervo Rev. de la Univ. Mayo-Agosto-1969; II.—Lo inmarcesible del Teatro de Lope de Vega, también en la Revista de la Universidad; III.—Breve repaso del humorismo en Yucatán, publicado en la revista Estudios y Ensayos, Núm. 3, correspondiente a Enero-Marzo de 1969, y, además, en volumen aparte, como sobretiro o separata; y IV.—El que es, para nuestro gusto el mejor y más acabado y original de sus trabajos sobre crítica literaria, intitulado Las Expresiones Modernas de la Oratoria, todos los cuales, incluyendo éste último, del que se hizo un folleto el año de 1971, han sido también objeto de publicación en páginas de la Revista de la Universidad.

El último trabajo mencionado, confirma mi opinión personal de que la Oratoria, como uno de los más altos géneros literarios desde Demóstenes hasta la Segunda Guerra Mundial, si no ha desaparecido ya de la Literatura en todas partes, está, por lo menos en agonía, sufriendo alteraciones y cambios profundos y transformaciones, previstas o imprevisibles, como si se tratara de un cadáver que en la tumba comienza a entrar en estado de descomposición. En Yucatán, el último de los grandes oradores parlamentarios que en los años próximo pretéritos hemos tenido fue el Lic. José Castillo rorro. El tema es realmente de apasionante interés y, leyéndolo, se verá que también es de notoria importancia, por lo cual, después de felicitar por éste y por sus demás ensayos al Lic. Conrado Menéndez Díaz, lo insertamos a continuación:

LAS EXPRESIONES MODERNAS DE LA ORATORIA
Por CONRADO MENÉNDEZ DÍAZ


En todas las épocas el hombre se ha hecho valer ante sus semejantes por el uso adecuado de la palabra, por el dominio de la oratoria, que es el arte de deleitar, persuadir y conmover por medio de la palabra.

Todos los grandes conductores de hombres, los guías políticos y predicadores religiosos, fueron oradores admirables; a su nómina larguísima pertenecen Buda, Jesucristo, Mahoma, Sócrates, Platón, Aristóteles, Napoleón, Hitler, Mussolini, Winston Churchill.

En la época presente, tan llena de complicaciones y aspectos disímbolos, el hombre tiene que producirse como orador en múltiples oficios y profesiones; orador persuasivo tiene que ser en cualquier momento el comerciante, en todos sus niveles y expresiones; lo mismo el ambulante que de puerta en puerta ofrece una barredora automática o un nuevo detergente, que el sedentario, que espera al cliente en su establecimiento; orador persuasivo es, ineludiblemente, el político que aspira a un puesto público o que ya lo ha conseguido, si es que desea mantener el favor de sus electores; orador es el dirigente sindical, como lo son el maestro de escuela, el guía turístico y el cura de aldea.

Ampliando la división tradicional de la Oratoria, algunos tratadistas distinguen en ella las especies siguientes:

1) Elocuencia didáctica, llamada también “académica” o “ateneísta”. Su objeto específico es enseñar, informar, transmitir conocimientos.
2) Elocuencia política, cuyo fin propio es exponer o debatir todas las cuestiones relacionadas con el gobierno de la cosa pública.
3) Elocuencia forense o judicial, es la que tiene lugar en el ejercicio del Derecho.
4) Elocuencia religiosa, denominada también “sacra” o “sagrada”. Es la que trata sobre asuntos de fe y religión.
5) Elocuencia sentimental, llamada también “ceremonial” o “augural”, es la que tiene por ámbito propio las múltiples ceremonias humanas.
6) Elocuencia artística, cuyo objeto es producir placer estético.
7) Elocuencia militar, que tiene por objeto inspirar la defensa de la patria y estimular las virtudes patrióticas y el heroísmo de los soldados.
8) Elocuencia deliberativa, es la que tiene por objeto el debate o discusión y ocurre en las asambleas, encuentros o juntas en que suelen reunirse los hombres para acordar voluntades o contrastar opiniones.

Cada uno de estos tipos de elocuencia tiene sus leyes propias y sus formas típicas usuales.

En las páginas siguientes, tras de referirnos someramente a los principales tipos de oratoria individual —es decir aquella en que un individuo perora ante un grupo más o menos numeroso de oyentes— dedicaremos nuestra atención a algunas de las formas principales de la Oratoria Deliberativa, es decir aquella en que alternan varias personas, concertadamente, en el uso de la palabra, en discusión razonada de cualquier tema económico, político, cultural, etc.

La forma clásica de esta oratoria es la parlamentaria, considerada por los tratadistas como la oratoria política por excelencia; pero en los últimos años han surgido buen número de otras expresiones de la oratoria deliberativa en la escuela, en el club de servicio, en la sociedad científica o literaria, en el mundo del periodismo, etc.

Para hacer un buen papel en esta modalidad de la Oratoria no basta con hablar bien, con ser un buen orador, hay que interiorizarse de determinado mecanismo, disciplinarse en el manejo de ciertas reglas, que procuraremos ofrecer a nuestros lectores en forma somera.

Y no hay que olvidar que la tónica oratoria es distinta de la tradicional cuando el discurso se produce a través de los nuevos medios de difusión de las ideas aportados por la electrónica, que son la radio y la televisión.

LA ORATORIA INDIVIDUAL. —En esta modalidad el ser humano transmite individualmente su mensaje a un grupo de personas que lo escuchan sin intervenir en la exposición, o puede hacerlo cooperativamente con los integrantes de un grupo, procurando llegar, a través de la discusión, a una decisión común, esta última es la oratoria deliberativa o de grupo, de la que hablaremos después. Ambas comprenden especies propias y utilizan técnicas particulares.

La oratoria individual se funda en la exposición. La clasificación de los discursos individuales es muy extensa, supuesto que puede hacerse oratoria con relación a cualquier asunto. En líneas generales puede distinguirse entre elocuencia sentimental o evocativa, artística, política, forense, religiosa, militar y didáctica. Salvo la elocuencia sentimental, las otras caen dentro del ámbito de especialidades profesionales y vocacionales.

La oratoria sentimental es muy frecuente en la vida cotidiana; comprende toda una gama de discursos que tienen como fin común la alabanza y el presagio de un bien y, según conocida fórmula: la exaltación de acontecimientos, hechos o personas. Los tratadistas sajones, como Wright, la llaman oratoria graciosa. Los discursos de este tipo, pronunciados por imperativos circunstanciales, varían desde el mero acto de cortesía hasta la más sincera expresión de sentimientos, ideas o deseos.

Son formas del discurso individual, igualmente, la conferencia, el discurso conmemorativo, el inaugural, el de presentación, de bienvenida, de despedida, de ofrecimiento, de aceptación o agradecimiento, de augurio, el de brindis y el discurso fúnebre.

LA CONFERENCIA. —Es una forma típica de la oratoria individual moderna la conferencia o disertación, muy adecuada para difundir ideas. Se supone que este tipo de conferenciante es un experto en el tema que trata de comunicar a sus oyentes.

Son exigencias fundamentales de la conferencia: un conocimiento profundo del asunto, la conveniencia y oportunidad de la difusión de ese asunto, la claridad de la comunicación y la adecuación de la tónica oratoria al público y al ambiente. En todos los casos, el conferencista deberá analizar el problema que expone, confirmar los argumentos, rebatir las opiniones adversas o equivocadas, dejar claramente sentada su propia conclusión y promover la inquietud, intelectual, emocional o volitiva de los oyentes. Si el tiempo lo permite deberá estar dispuesto a contestar las preguntas de sus oyentes, encaminadas a aclarar aspectos del tema expuesto. En este último caso se denomina conferencia abierta al público o foro; en inglés se denomina “lecture forum”, e implica el derecho del público a hacer preguntas —acerca de hechos o puntos de vista relacionados con el tema— al orador.

EL DISCURSO CONMEMORATIVO. —Es uno de los más generalizados en nuestra época. Su finalidad es evocar el recuerdo de algún acontecimiento histórico; la obra de algún hombre memorable o un hecho caro a los sentimientos públicos o privados de un grupo. En general se apoyan en la alabanza y la celebración; ayudan a la ilustración pública y contribuyen a formar una conciencia común.

El discurso conmemorativo contiene habitualmente: a) La alabanza de un acontecimiento, hecho o persona; b) La apelación a los sentimientos comunes del auditorio con respecto a la persona, hecho o acontecimiento; c) La incitación a obrar el bien, imitando la conducta del individuo elogiado o la enseñanza que se desprende del hecho o acontecimiento notable que se evocó.

DISCURSO INAUGURAL. —Se pronuncia para entregar a la sociedad una obra de interés colectivo; monumento, busto, lápida, placa —que señalan la construcción de una escuela, de una carretera, de una presa, etc.; — o para abrir un congreso, curso académico o escolar, colocar una primera piedra y otros semejantes.

Sus principales exigencias son: a) referencia al esfuerzo y al valor de la obra realizada; b) recuerdo para sus autores, gestores e inspiradores; c) la alegría popular por los beneficios que reportará la obra; d) agradecimiento de la colectividad; e) votos de bienandanza y felicidad, y esperanzas para el futuro.

DISCURSO DE PRESENTACIÓN. —Es una pieza congratulatoria con la que se recibe en un acto público a una persona y se le presenta al auditorio. El orador expresa básicamente lo siguiente: a) elogios de la personalidad del presentado, —que puede ser quien luego hará uso de la palabra—; b) orgullo de tenerlo en el lugar, dispuesto a ocupar la tribuna; c) motivo de la presencia del huésped; d) anuncio claro del tema que desarrollará; e) una breve biografía del mismo, lo que se llama currículum vitae; f) expresión del anhelo que hay de escuchar sus palabras; g) augurios de feliz éxito.

La brevedad es una condición básica de este tipo de discurso; quien lo produce no debe aprovechar la ocasión para hacer alardes oratorios restando tiempo al orador a quien está presentando.

DISCURSO DE BIENVENIDA. —Sirve para recibir y saludar a un visitante o invitado. Expresa alguna de las ideas siguientes: a) un saludo al recién llegado; b) el reconocimiento de la importancia y el valor que tiene la presencia de dicha persona; c) el deseo de que tenga una permanencia grata, y útil. No debe ser un discurso largo ni minucioso; su tono debe ser cálido, sincero y cordial.

DISCURSO DE OFRECIMIENTO. —Mediante él se ofrece un cargo, un premio o cualquier otra distinción a una persona. Sus ideas capitales serán las siguientes: a) razones por las que se ofrece el premio o cargo; b) sentimientos de agrado y reconocimiento de todos por este acto de justicia; c) augurios de nuevos lauros; d) entrega del premio o diploma que acredita la designación.

Este tipo de discurso es adecuado para intercalar algún hecho emotivo, alguna frase o gesto típico del agasajado, o para emplear cualquier otro recurso emocional. No debe ser muy prolongado ni minucioso.

DISCURSOS DE ACEPTACIÓN O AGRADECIMIENTO.—Aunque ofrecen variantes según la ocasión, estos dos tipos de discursos se ajustan al contenido siguiente: a) expresión de reconocimiento emocionado, por el premio o designación; b) mención de las personas que tuvieron participación en el hecho meritorio que se está premiando; c) aceptación del regalo o título, como un símbolo, en nombre del grupo, clase o institución a la que pertenece; d) promesa de hacer honor al cargo o premio, perseverando en la labor emprendida.—El estilo de este discurso no debe ser rebuscado o ficticio, sino natural y oreado por el entusiasmo.

DISCURSO DE DESPEDIDA. —Se pronuncia cuando alguien se retira de una institución —comercio, industria, banco, escuela, etc. —; o del lugar en que ha estado viviendo. Debe expresar lo siguiente: a) Alabanza a aquéllos con quienes se ha compartido el trabajo o el lugar; b) Mención de una experiencia personal y filosófica tenida en la institución o el lugar, o narración de una anécdota emotiva y edificante; c) Promesa de recordar permanentemente aquel acto. La sinceridad y la emotividad son condiciones básicas de este discurso.

DISCURSO DE AUGURIO. —Se pronuncia esta pieza oratoria en ocasión de los cumpleaños, bautizos, bodas, aniversarios familiares y otras fechas de especial significación para la familia, la institución o grupo de que se trate. Deberá referirse a lo siguiente: a) el motivo de la reunión; b) la alegría del festejo; c) buenos augurios para los actores. No conviene que sea muy extenso este discurso.

DISCURSO DE SOBREMESA. —Algunos creen equivocadamente que este tipo de discurso debe encerrar, sin excepción, una humorada —lo que algunos tratadistas llaman discurso divertido— pero en realidad puede ser serio o festivo, según convenga al carácter del orador, a la condición de la concurrencia y al motivo de la reunión. No debe caer en un plano exageradamente filosófico y cuando el orador no tiene sentido del humor, puede recurrir al tono simplemente elegante. Podrá contener una experiencia personal, la explicación de una observación efectuada o la narración de una anécdota, chiste, leyenda o suceso interesante. Conviene que este tipo de discurso se adapte al estado de ánimo de los concurrentes. El triunfo será del orador que mejor capte el estado de ánimo de sus oyentes comensales. Muchos creen que la retórica de sobremesa debe apoyarse en la fórmula latina, citada por Majorana: “¡Ahora a beber, alegrémonos pues!”.

BRINDIS. —Se resume el brindis en una fórmula esencial: Bebo a la salud de... No debe ser largo y expresará a) salutación al agasajado o al conjunto reunido; b) hará votos y augurios de grandeza.

DISCURSO FÚNEBRE. —Se apoya en una larga tradición histórica; viene de tiempos remotos en que formaba parte de los ritos y ceremonias fúnebres. En su forma más pura se efectúa delante del cadáver (praesente cadavere). Vale como una última despedida. Encierra, en términos generales, los pensamientos siguientes: a) dolor por la pérdida irreparable que significa esa muerte; b) un pensamiento filosófico o religioso sobre la muerte y su universalidad; c) constituye un panegírico del difunto, una referencia a sus excelencias espirituales y a su obra valiosa; d) entraña una exhortación a imitarlo en sus hazañas y virtudes; e) ofrece un consuelo a los deudos y amigos; f) es una despedida, con votos de beatitud eterna. Debe ser solemne, retórico, místico y encomiástico.

EL DISCURSO POR RADIO. —La oratoria radiofónica presenta características técnicas y psicológicas que a veces implican un severo aprendizaje. En primer lugar, no admite la improvisación, por razones administrativas de la emisora y por conveniencia del propio orador. El tiempo y la responsabilidad no permiten correr riesgos ante el micrófono. En la mayoría de los casos es una oratoria leída, aunque hay casos en que no ocurre así, por ejemplo en los controles remotos —descripción de una fiesta, de un suceso importante en plan periodístico, etcétera.

El público invisible —que es el máximo porcentaje aun en los casos en que el orador actúa en un amplio teatro-estudio— condiciona el estilo y el tipo de este discurso. Aun tratándose de cantidades inmensas y anónimas de oyentes, debe recordarse que los grupos que se forman en torno de cada receptor son pequeños --de una a cuatro personas— y que abundan los que escuchan individualmente, sobre todo desde que se inventaron los radios de transistores. Cada grupo o individuo aislado actúa como un público particular. Consiguientemente, este discurso debe formularse en tono familiar coloquial, de hombre a hombre. Se recuerdan como ejemplos magníficos de esta oratoria los fireside chuts de Franklin D. Roosevelt.

La lectura debe hacerse pausadamente, con voz normal, articulando correctamente todos los sonidos sin forzar la voz; no conviene gritar o elevar la voz, pues ello perjudica la transmisión de la misma.

Debe evitarse la monotonía al leer, para lo cual ha de variar el ritmo, la entonación, el volumen y los matices de la voz. Deben merecer particular atención las toses, carraspeos, murmullos, apartes, inflexiones bajas, golpes sobre la mesa, ruidos del papel, respiración fuerte, etc., todo lo cual está proscrito severamente tanto del discurso radiado como del televisado, puesto que desluce la transmisión.

En el aspecto material, han de consultarse previamente los detalles al personal técnico, si se carece de experiencia. Se ha de hablar siempre de frente al micrófono, sin girar la cabeza ni alejarse o acercarse a aquél, para evitar las subidas o caídas del volumen de la voz. Hay que cuidar que el micrófono esté siempre delante de la boca, a una distancia prudencial, que aconsejará el locutor, y que puede estimarse en unos veinte o treinta centímetros. No deben efectuarse desplazamientos ni movimientos, salvo cuando se dispone de un micrófono portátil, lo cual cada vez es más frecuente.

En casos especiales —sobre todo en cuestiones de importancia— se realizará la grabación con antelación a la audición.

DISCURSO TELEVISADO. —El discurso televisado tiene exigencias propias. Aunque es posible leer un discurso ante la cámara de TV, debe actuarse ante ella, preferentemente, en forma que signifique espontaneidad y naturalidad; debe darse la impresión de que se está improvisando, aunque ello no sea así y se hayan hecho varias pruebas. Con frecuencia se efectúa previamente la grabación y lo que se ofrece al público es lo que en términos técnicos se llama un “videotape”.

Por las razones expuestas a propósitos del discurso radiado —es decir, por tanto, ante cada receptor de TV— generalmente escuchan unas cuantas personas, sea en el hogar o en cafés, restaurantes, etc., se recomienda que el estilo sea también familiar, coloquial, el de la conversación diaria.

No hay que olvidar que la cámara revela la falsedad del tono y la insinceridad.

Pueden usarse esquemas, apuntes, notas, etc., mas es preferible no hacerlo, pero si no se puede prescindir de ellos, convendrá no ocultarlo al público, ya que la lectura a escondidas, con los ojos vueltos hacia los costados o hacia abajo, provoca pésima impresión, pues los televidentes advierten el fraude.

Es conveniente hablar detrás de una mesa, sentado con naturalidad. El orador podrá moverse, levantarse, caminar, a condición de que lo haga sin brusquedad, evitando la teatralidad.

Cuando se trate de una entrevista, una mesa redonda o un caso similar, los participantes en ella, naturalmente, actuarán sentados. En estos casos convendrá acordar previamente con el director los detalles acerca de las preguntas, y cualquier otro aspecto, para evitar sorpresas.

En general puede decirse que hablar ante la cámara de TV tiene, desde el punto de vista oratorio, la misma exigencia que hacerlo directamente ante el público, si bien hay que cuidar el detalle de la voz, que no debe aumentar ni disminuir de volumen bruscamente, por las mismas razones ya expuestas en tratándose de la oratoria radiofónica.

LA ORATORIA DELIBERATIVA

Comprende la oratoria deliberativa todas aquellas formas elocutivas en que participan alternadamente dos o más personas; se le puede llamar también oratoria de grupo y su método básico es la discusión. Las formas reales de este tipo de elocuencia son: la conversación (formal e informal), la entrevista (periodística, comercial, de relación laboral, etc.); la discusión en grupo (reuniones de comités, juntas, comisiones, grupos de estudio, etc.), la discusión ante el público, el simposio, el debate y el foro. 

No hay que olvidar una forma de la oratoria deliberativa muy antigua y relevante —considerada la especie por excelentecia de la oratoria política—, la que se desarrolla en los parlamentos.

LA CONVERSACIÓN. —Muchos tratados modernos de oratoria, especialmente los norteamericanos, dedican algunas páginas a la conversación, a la que consideran un verdadero medio de equilibrio del pensamiento social.

La mentalidad latina se resiste, en nombre de la espontaneidad y la naturalidad, a aceptar que se teorice en este campo del manejo de la palabra, salvo cuando la conversación se efectúe en niveles profesionales, por ejemplo en las entrevistas, comerciales, las de supervisión del personal en las empresas y otras semejantes, en las que no es libre el diálogo sino condicionado a una finalidad prefijada.

Borches y Wise opinan —en su obra “Una introducción al lenguaje y al mutuo entendimiento”— que la conversación es un discurso caracterizado por la impredicibilidad, prontitud, adaptabilidad, naturalidad, libertad y ausencia de exhibicionismo.

Los propios tratadistas opinan que una conversación exitosa debe reunir las condiciones siguientes: actitud aceptable, ideas importantes, lenguaje animado, voz expresiva y acción corporal comunicativa. Abundan en la historia ejemplos de famosos conversadores —Napoleón, La Bruyere, Samuel Johnson, Oliver Goldsmith— y de clubes de conversación como los antiguos simposios griegos, el Literary Club de Londres, en el siglo XVIII, y otros. En nuestro Estado todavía se recuerda a ese admirable conversador que fue el poeta Antonio Mediz Bolio, cuyas tertulias, en su finca Ochil, eran frecuentadas por lo más selecto de la intelectualidad y la política yucatecas.

Las estadísticas indican que los temas preferidos en la conversación, en orden decreciente, son: el trabajo, el hogar, la política, las diversiones, la salud y los asuntos de interés general.

El tratadista Milton Wright, en su obra “El arte de la conversación y cómo aplicar su técnica”, dice que el tipo medio del conversador desea sentir su propia importancia, impresionar a los demás, ser cumplimentado, expresar su opinión, granjearse favores, llegar a ser apreciado, dar a conocer sus preferencias y puntos de vista, descubrir que sus interlocutores tienen sus mismos intereses, encontrar que sus pequeñas necesidades y sus problemas son contemplados por los demás, sentirse cómodo y tranquilo. De esta investigación se sirvió Wright para formular las normas de una buena conversación: hablar a los demás de sus propias cosas (no las cosas del narrador), tener un real deseo de agradar al interlocutor y no de preocuparlo con la mención de sus minusvalías.

Para la conversación en grupo conviene —según dicho tratadista— que el tema sea agradable para todos los participantes; que cada persona hable su parte y no pretenda monopolizar la plática y que no haya períodos de silencio. Ningún tema debe ser tratado tan extensamente que llegue a fatigar; el tono debe guardar los requisitos de una buena urbanidad, es decir, no ha de decirse nada que pueda afectar u ofender a alguno de los presentes.

LA ENTREVISTA PERIODÍSTICA. —Constituye una de las más modernas formas de la oratoria. En ella el periodista dialoga con alguna personalidad científica, literaria, política, deportiva, o de cualquier otra actividad humana, formulándole preguntas de evidente interés público.

La reunión puede haber sido convenida previamente o ser accidental; en el primer caso puede ser a base de un cuestionario anticipado o improvisado, por escrito u oral. En cualquiera de las formas, rigen las mismas condiciones.

El periodista no debe discutir con su entrevistado, ni poner en duda la veracidad de lo que se le responde, ni enjuiciar las opiniones recibidas, ni monopolizar el diálogo, ni interpolarlo con sus propias ideas sobre la cuestión, ni alterar la forma o el contenido de las respuestas recibidas, ni prejuzgar sobre las intenciones de su entrevistado. A la opinión pública sólo interesan las respuestas del entrevistado
.
El único instrumento de que dispone el entrevistador para obtener la información que desea es la pregunta, de modo que ha de ejercitar su ingenio para obtenerla, en tono respetuoso, urbano, sin polemizar.

El entrevistado, por su parte, actúa mediante sus respuestas. Supuesto que no toda opinión o información puede darse en un momento determinado, por varias razones, la habilidad dialéctica consiste en expresar sólo lo que se debe, sin caer en contradicciones ni mostrar turbación, desconcierto, nerviosidad, mala voluntad, descortesía, inseguridad, fastidio o cansancio.

Las preguntas y las respuestas —tanto en la entrevista periodística como en los otros tipos de elocuencia deliberativa— responden a una técnica especial, ampliamente estudiada por especialistas, y que entrañan la técnica de la discusión.

LA DISCUSIÓN EN GRUPO. —A esta modalidad de la oratoria deliberativa se le llama en lengua inglesa “conference” y también “informal discussion”. En la discusión, se reúne un grupo no muy extenso de personas a debatir conjuntamente algún tema, de modo que tras de su análisis lleguen a una decisión.

El director abre la reunión y presenta el asunto, dirige el análisis, informa a los participantes sobre diversos aspectos do la cuestión y ayuda a encontrar una solución; finalmente somete al voto de los presentes la proposición o proposiciones que surgieren, si fuere ese el caso.

Los integrantes pueden dialogar entre sí, formular preguntas al director o a sus colegas, responder, efectuar exposiciones, presentar mociones, etcétera.

Se utiliza esta forma deliberativa en las reuniones de comisiones directivas de instituciones, subcomisiones, junta de directores de empresas, reuniones de profesores, etc., y tiene la ventaja de permitir el intercambio de ideas y experiencias y facilitar la participación activa de todos los miembros del grupo, en forma coloquial, amistosa y casi familiar, según la fórmula sajona de “give and take” —da y toma- . No existe público.

LA DISCUSION ANTE EL PÚBLICO. — (MESA REDONDA), —Esta forma deliberativa, también llamada mesa redonda, consiste en que un grupo de personas, preferentemente no más de siete u ocho, discuten un tema determinado ante el público y bajo la conducción de un director O moderador. En inglés se da a esta modalidad de la oratoria deliberativa los nombres de “pannel discussion” o “round table”.

En ocasiones se producen ante las pantallas de televisión o a través de la pantalla invisible de la radio.

El director, en el centro del grupo y de frente al público, abre la reunión con breves palabras, expone la naturaleza del tema, presenta a los oradores uno por uno y explica el procedimiento a seguir en la discusión. Al terminar ésta, debe resumir las conclusiones obtenidas en un sumario imparcial y claro.

Los integrantes del grupo se sientan a derecha e izquierda del director, en torno de una mesa en forma de herradura o similar, y en su defecto, sobre el lado mayor de una mesa rectangular, cuidando de no dar la espalda al auditorio.

Es fundamental que cada orador exponga su opinión, señalando su particular punto de vista, adaptando su argumentación al curso de las ideas que se van desarrollando.

No existen reglas fijas de procedimiento, porque es un tipo de deliberación informal.

EL SIMPOSIO. —Se trata de una reunión deliberativa ante público, en la que varias personas hablan por tumo sobre un mismo tema. En inglés se les denomina Symposium, que es voz latina.

Los oradores no discuten entre sí, efectúan sus exposiciones en forma de discursos —leídos, improvisados o con apuntes— en plazos de tiempo iguales que van, habitualmente, desde los cinco minutos hasta los 30, sin participación del auditorio.

La finalidad del simposio no es debatir sino explicar, instruir o informar respecto a un tema, a través de expertos o de personalidades relevantes en determinado campo de actividades.

El director del simposio es generalmente una autoridad en la materia. Su función se limita a abrir la sesión, explicar los motivos y finalidades de ella y anunciar y explicar brevemente el tema. Luego presenta a cada uno de los oradores, les cede la palabra y les agradece al final cada una de sus disertaciones. Cuando concluyan las exposiciones tomará fugazmente la palabra para establecer el paso de un orador a otro.

Se puede organizar el simposio encargando a cada orador el desarrollo de un aspecto parcial del tema, o puede escogerse a un grupo de oradores que sostengan distintos criterios sobre un mismo asunto y encomendarles su desarrollo en forma personal.

En ocasiones el simposio puede adoptar una forma combinada: al término de cada serie de disertaciones, puede efectuarse un panel o mesa redonda entre los oradores o abrir la discusión al público presente.

En otros casos el programa comprende el simposio propiamente dicho, con las dos alternativas anteriores.

EL DEBATE. —En el debate participan dos grupos de oradores: los que sostienen una posición afirmativa frente a una proposición y los que defienden una posición negativa, opuesta a la anterior. Actúan ambos grupos conducidos por un director.

Se realiza el debate ante público y en él no se discute una pregunta, sino una propuesta o proposición para establecer algo que hasta el momento no existe o no se practica.

El grupo que está por la afirmativa tiene a su cargo la responsabilidad de probar que la nueva proposición es necesaria. A esta responsabilidad se denomina en inglés “burden of proof” —carga de la prueba—.

Es condición del debate que se centralice en una sola proposición, expresada en forma declarativa, con absoluta claridad y precisión.

Esta forma de elocuencia deliberativa cuenta con una larga tradición en los Estados Unidos, donde se la emplea con frecuencia en los colegios y universidades. Está sometida a reglas precisas de procedimiento, que puntualizan las obligaciones de quienes van por la afirmativa y quienes se pronuncian por la negativa, la mecánica de su desarrollo y demás detalles.

El director abre el debate y después habla alternativamente un orador de cada posición.

EL FORO. —Se da este nombre a cualquier modalidad oratoria en que participe el público. En castellano se le denomina también —pues foro es adaptación al genio de nuestra lengua de las expresiones fórum u “open fórum”, que se le dan en inglés— discusión abierta al público. (Forum es voz latina).

Este tipo de deliberación se utiliza para complementar otras formas de oratoria analizadas anteriormente: la conferencia, la discusión ante el público, el debate, y las combinaciones de esos procedimientos.

En la nomenclatura inglesa, la palabra forum, añadida al sustantivo que señala el tipo de oratoria, indica que al término de la reunión los oyentes podrán participar, formulando preguntas, haciendo objeciones o realizando exposiciones. Así, se dice en inglés: “lecture forum” (conferencia seguida de un debate), “panel fórum” (mesa redonda con participación posterior del auditorio); “simposium fórum”, “debate fórum”.

En cualquier tipo de foro el director abre el acto, anuncia el tema, presenta al orador o a los oradores, y explica que después de la conferencia, el panel, el simposio o el debate, el auditorio será invitado a participar, haciendo preguntas, observaciones, etc.

En el momento de las preguntas, el director toma la palabra y explica claramente las normas que se aplicarán, procurando crear en el auditorio un clima de confianza.

Como la primera pregunta es la más difícil de obtener, tiene atribuciones para formularla él mismo al orador o invitar directamente a algún miembro del auditorio a formularla. Debe también ayudar a los participantes, efectuando explicaciones, repitiendo las preguntas o por cualquier otro medio que estime conveniente.

Si notase el director al final, que algo importante se ha olvidado o pasado por alto, podrá sugerir que se efectúe una pregunta o exposición para cubrir ese vacío.

A veces se formulan las preguntas por escrito, en hojas en blanco o en formularios preparados para el caso, pero son más aconsejables las orales. Si algún oyente hace preguntas muy largas o complicadas, o si aprovecha la oportunidad para hacer exhibicionismo retórico, el director procurará cortarlas con habilidad y cortesía.

Para evitar que se prolongue demasiado la discusión, dos o tres minutos antes del tiempo fijado para la terminación del acto anticipará el director que sólo queda tiempo para contestar una o dos preguntas más y señalará a los oradores a quienes, por turno, corresponderá formularlas.

TÉCNICA DE LA DISCUSIÓN

La discusión es un método de investigación que se practica en grupo para analizar a fondo determinado problema o adoptar una decisión.

Es, además, un método didáctico de muy moderna concepción, que permite a varias personas intercambiar sus experiencias, contrastar sus opiniones y puntos de vista. Como método de enseñanza complementa al expositivo y, en ciertos aspectos, lo supera y perfecciona.

Puede adoptarse la discusión cuando se persigue, aislada o combinadamente: a) El análisis cooperativo de un problema; b) La adopción de una determinación; c) La enseñanza.

La preparación de la discusión comprende cuatro etapas, a saber: a) el análisis del grupo; b) la elección del tema; c) el estudio del lugar y la ocasión; d) el planteamiento de la conducción.

a) El análisis del grupo es de fundamental importancia.

No debe estar constituido por más de siete u ocho personas, sobre todo si la discusión se desarrollará ante público, pues un conjunto más numeroso agudiza los problemas de la conducción. Excepcionalmente, cuando se trate de un conjunto habitual e indivisible (comité, junta, asociación, alumnos de una misma clase, etc.) podrá exceder de ese límite.

El director determinará con precisión la finalidad del debate, para ordenar todo en función de ese fin. Conviene que conozca con detalle los antecedentes de cada participante, su comportamiento, ideología, capacidad oratoria, actitud en las discusiones, motivos por los que participa, responsabilidad técnica, científica y moral. Conviene igualmente que ese director u organizador esté al tanto de los antagonismos o coincidencias entre los participantes. Si la invitación está a cargo de dicho director, estos datos previos le permitirán efectuar una selección razonada y eficiente.

b) Elección del tema. —No todo tema es apto para una discusión, el tema escogido debe reunir ciertas condiciones que aseguren un resultado constructivo. Debe ser debatible; no se ajustan a este requisito un asunto evidentemente cierto ni otro evidentemente falso. El tema a discutir no debe estar concebido en términos ambiguos ni abarcar generalidades vagas o aspectos elementales. Se requiere una cuestión específica, clara, concreta, particular, encerrada en una idea central y al mismo tiempo breve; además el tema escogido debe ser adecuado al nivel intelectual e intereses del grupo participante, así como a las inquietudes del público oyente.

c) Estudio del lugar y la ocasión. —Las condiciones físicas del lugar serán consideradas con atención. El director, los participantes y el público —si lo hubiere— deberán contar con todas las comodidades lógicas; buena iluminación, temperatura adecuada, buena acústica o altoparlantes y un recinto ni muy chico ni demasiado grande en proporción al número de asistentes. Es conveniente que el director y los participantes ocupen un lugar bien visible desde todos los puntos del salón, preferentemente un estrado. El conductor debe tener a su disposición, en un lugar accesible, un encerado y demás implementos para escribir, un tablero para colocar láminas o una pantalla para proyecciones. Debe dotarse a los participantes de papel y lápiz para tomar sus anotaciones, ceniceros, etc.

Se recomienda una mesa en forma de U para situar al director y participantes, de modo que éstos no le den la espalda al público, con el director en el centro; también puede utilizarse una mesa rectangular, con los participantes situados junto a tres de sus lados, dejando libre el que da a los oyentes.

d) Planteamiento de la conducción. —El director deberá estudiar con antelación el guión o esquema del debate, de modo que la discusión se desarrolle con arreglo a un orden y no se desvíe de los objetivos de la reunión. Dicho guión deberá comprender: el tema central de la discusión, el nombre completo y antecedentes de cada participante; las palabras iniciales del debate o el resumen de ellas, y notas sobre los distintos pasos del proceso que seguirá la discusión, así como las palabras finales de cierre.

El esquema deberá contener, sintéticamente desarrollados, todos los aspectos del problema ordenados en una secuencia lógica, las derivaciones posibles del tema central, los argumentos, objeciones, etc., a fin de reencauzar la discusión, siempre que sea necesario, y resolver los problemas que se planteen.

Se aconseja también que cuente el director con una planilla con los nombres de los participantes, entreverados en forma tal que haya espacio para tildar la actuación de cada uno, y hacer un resumen sucinto de sus ideas y opiniones. Ello permitirá gobernar la frecuencia de la participación de cada orador y formular las conclusiones del acto al término de la discusión.

CONDUCCIÓN DE LA DISCUSIÓN

En términos generales, los varios tipos de oratoria deliberativa en que participan dos o más personas están bajo la conducción de un director, también llamado moderador o conductor. Las funciones de esto son claras y pueden resumirse como sigue: a) Organizar el debate en todos sus aspectos preliminares; b) Dirigir la discusión para que ésta llegue en forma ordenada a una conclusión.

Son obligaciones del director o moderador: a) abrir el acto y presentar el problema a los participantes y al público; b) presentar a los oradores por su orden; c) conducir la discusión con todas las implicaciones de su desarrollo; d) cerrar la discusión.

En opinión de A. Craig Baird —en la obra “Principios y Tipos de Discurso”— “todo director debe conocer el tema del debate, los participantes, el público y la ocasión; habrá de tener tacto, amplitud de criterio, entusiasmo, ingenio, y humor”. Como se comprende, este conjunto de cualidades requiere, a más de una manera de ser privilegiada, un adecuado aprendizaje, es decir, que el director habrá de tener preparación y dotes especiales.

La apertura. —Deberá hacer la apertura el director, con maneras fáciles, con un aire de seriedad y naturalidad, sin adoptar una actitud solemne sino de llaneza, pues deberá contribuir con ese aire a crear un ambiente de libertad, confianza y comodidad entre los participantes.

Comprenderá la apertura las fases siguientes: a) un saludo a los participantes y oyentes; b) enunciar el tema de la discusión; c) explicar los objetivos de la reunión; d) señalar el procedimiento al que se sujetarán los participantes y el público; e) presentar ordenadamente a los participantes, enunciando claramente sus nombres y apellidos, antecedentes, títulos o representación que invisten; f) finalmente, cualquier otra declaración que estime oportuna el director, inclusive haciendo una revisión del estado en que quedó la cuestión, si el debate es la continuación de uno anterior.

Evitará el director dar la impresión de pedantería o hacer exhibicionismo, tomando en cuenta que el público se interesa en la palabra de los participantes y no en la del director. Debe durar unos cuantos minutos, no más de cinco y ser clara, concisa. A continuación cederá la palabra al primero de los participantes, de acuerdo con el orden establecido, o bien, formulará la cuestión a todo el grupo, para que alguien solicite contestarla.

DESARROLLO DE LA DISCUSIÓN. —El control y la orientación del debate son responsabilidades del director, quien se valdrá de preguntas para obtener aclaraciones, hacer hablar a los participantes, forzar a alguien a emitir su opinión, someter a debate alguna proposición, comprobar si se ha comprendido bien algo determinado de lo expuesto, hacer confirmar o rectificar alguna opinión ambigua, invitar a los participantes a aclarar su pensamiento, etcétera.

Las preguntas deben ser claras y concisas y no deben ser precedidas de largas disquisiciones ni han de comprometer la posición de estricta neutralidad que corresponde mantener al director, ni encerrar malicia alguna. Pueden dirigirse las preguntas a uno de los participantes o al grupo en general, según convenga.

Formulada una pregunta, se dará un tiempo razonable al interrogado para que responda; de no obtenerse respuesta en un plazo prudente, el director formulará de nuevo la pregunta, en los mismos términos o modificándola en lo formal, o inquirirá si la pregunta no fue suficientemente clara o si existe alguna objeción contra ella. Podrá también hacer la pregunta a otro de los participantes, recurrir a otra pregunta o hacer alguna sugestión, para facilitar la respuesta.

Al agradecer la respuesta, con una expresión verbal o un ligero movimiento de la cabeza (de asentimiento), procurará el director que ni el rostro, ni los ademanes, ni el tono expresivo, revelen sus reacciones internas —agrado, fastidio, etc. — y la fórmula de agradecimiento no ha de encerrar un juicio estimativo de la opinión vertida, favorable o desfavorable, ya que la imparcialidad debe caracterizar al director.

Las preguntas pueden estar previstas de antemano o ser formuladas como consecuencia de la marcha de la discusión.

Las más aconsejables son las dirigidas al grupo general, pero las individuales tienen la ventaja de que permiten una participación equilibrada de todos los miembros.

Si advierte el director que el debate se ha desviado del tema, intervendrá para reencauzar la discusión, mediante alguno de los siguientes procedimientos: a) formular una pregunta tal que su respuesta reconduzca al tema central; b) expresar francamente que la discusión se está desviando y rogar el retorno al tema; c) hacer una breve recapitulación de lo expuesto hasta el momento y volver a formular la primera pregunta u otra que permita el retorno al asunto que se debate; d) preguntar al grupo o a alguno de los participantes si en su opinión el nuevo asunto contribuye a esclarecer la cuestión original, para proponer luego volver a ésta; e) elogiar la importancia del tema incidental, pero señalar que conviene discutirlo en otra oportunidad; f) dar por concluido, con un breve resumen, el aspecto del asunto que se ha tratado hasta ese momento y proponer a continuación otro que esté en íntima conexión con el tema principal.

El director debe evitar que el debate se convierta en cualquier momento en una mera discusión entre dos o más participantes, en agresión verbal contra alguno de ellos, en exhibicionismo, etcétera.

Cuando un participante hace alguna pregunta comprometedora al director, éste recordará que debe mantenerse imparcial y no opinar; puede eludir la respuesta desviándola al grupo, solicitar a alguno de los participantes que conteste, pedir a quien la formuló que exprese cómo la contestaría o bien, si juzga que le corresponde contestar, hacerlo con tacto y cautela, sin entrar en compromisos.

Se puede romper la monotonía del debate recurriendo a resúmenes o exposiciones intercaladas, utilizando gráficas o pizarras para computar y precisar las opiniones vertidas, traer a colación citas o aclaraciones, etcétera.

Otro aspecto importante es el ritmo del debate; el más conveniente es el moderado, en el que cada tema se desarrolla con amplitud y profundidad y permite llegar a una conclusión satisfactoria en el tiempo previsto.
Así como el bizantinismo de algunas exposiciones torna escaso el tiempo, contrariamente, un tema muy restringido o un grupo desinteresado o inhábil harán terminar un debate antes de tiempo. En este último caso, preferible darlo por terminado, antes de tratar de alargarlo artificiosamente con preguntas superfluas, repeticiones o planteamiento de nuevas cuestiones.

Si no se concluye en el lapso previsto, que es lo más frecuente, en vez de prolongarlo demasiado es preferible convocar a una nueva reunión. Es preferible tratar un asunto con puntualidad y dejar pendientes los demás, que atropellarse sobre el temario, desarrollándolo superficialmente. En este supuesto el director resumirá y valorará el resultado parcial obtenido.

EL CIERRE DE LA DISCUSIÓN. — Constituye una tarea delicada. En el cierre de la discusión el director hará lo siguiente: a) efectuará un resumen sumario de lo debatido, mencionando las conclusiones obtenidas; b) expresará su agradecimiento —es decir, de la entidad que convocó— a los participantes y al público; c) anunciará la próxima sesión u otra noticia de interés.

Para el logro feliz del cierre —que implica gran capacidad de síntesis-- el director habrá tomado nota, a través del debate, de las opiniones expuestas, a fin de no demorar el resumen y que en el mismo no haya omisiones y se respete escrupulosamente el pensamiento de cada orador. No consistirá en una mera repetición de lo dicho, sino en un verdadero análisis y valoración, con sentido instructivo.

Si no se llegó a un acuerdo de voluntades e ideas que pueda resumirse en un juicio general, así lo hará constar el director al presentar un breve balance de las posiciones sostenidas.

No comments:

Post a Comment