Nota publicada por el Diario de Yucatán el lunes 4 de junio de 2012:
Retrato de un hombre y su obra
La historia de Yucatán no se puede entender sin la presencia de un hombre cuyos ideales y convicciones insobornables formaron y alimentaron una obra que rebasó el simple trabajo de informar, aun a riesgo de su propia vida: Carlos R. Menéndez González
Lunes, 4 de junio de 2012 - Edición impresa En: Aniversario de Diario de Yucatán, Mérida, Sin categoría, Temas
Retrato de don Carlos Menéndez González, fundador de Diario de Yucatán |
Al celebrar Diario de Yucatán 87 años de fecunda labor informativa, es imposible pasar por alto los antecedentes, motivos y luchas que le dieron origen. Es una historia que va mucho tiempo atrás en la historia del periodismo y la vida social, familiar y cultural de Yucatán, una historia íntimamente ligada a la vida de su fundador, Carlos R. Menéndez González.
No se pueden entender la firme ideología del Diario ni sus principios rectores sin conocer la vida de don Carlos, pues ambos, ideología y principios, son los mismos, compartidos, por más de un siglo, con miles de familias peninsulares a quienes la persona y su obra han acompañado en su lucha constante por una sociedad más justa, libre y armoniosa.
Esta historia se inicia en las postrimerías del siglo XIX, cuando el 10 de mayo de 1872, en Tixkokob, Yucatán, ve la luz primera Carlos Ricardo Menéndez González, hijo de los distinguidos maestros cubanos Antonio Menéndez de la Peña y Ángela González Benítez.
Tres años antes, el 1 de enero de 1869, nace “La Revista de Mérida”, una publicación bisemanal, literaria. Con el paso del tiempo, don Carlos R. Menéndez y la “Revista de Mérida” unirían sus destinos en un camino azaroso que marcaría no sólo a las letras y al periodismo, sino a la misma historia de Yucatán.
Hay hombres que forjan sus propias leyendas y don Carlos fue uno de esos privilegiados. Educado en las letras y en valores familiares inquebrantables, se acerca muy joven al mundo del periodismo, recién cumplida la mayoría de edad. En 1890, y un año después, en 1891, funda en la ciudad y puerto de Progreso los semanarios “El Faro” y “El Horizonte”. También en el puerto, fue colaborador de las revistas “Pimienta y mostaza”, “Mariposas” y “El Salón Literario”.
Cuatro años después, en 1895, el licenciado, poeta y dramaturgo Delio Moreno Cantón adquiere la propiedad de la “Revista de Mérida”, que ya se había convertido en periódico, apoyado por su tío el general Francisco Cantón Rosado, y asume la dirección del diario.
El joven Menéndez González se había desempeñado como secretario del general Cantón Rosado, lo que lo acerca a la “Revista de Mérida”, periódico al que se integra, con apenas 23 años de edad, en calidad de redactor en jefe. El destino estaba sellado, es el inicio de una apasionante historia periodística que perdura hasta nuestros días.
La primera década del siglo XX será importante para Carlos R. Menéndez y el periódico. Al frente de una sociedad anónima, compra la propiedad a Moreno Cantón. El 24 de noviembre de 1906 “La Revista de Mérida” publica su primer número bajo la dirección y gerencia general de Menéndez González, quien inicia así, en un sábado, a los 34 años de edad, su trayectoria de 55 años como director de periódicos.
A partir de ese momento, el tesón, las convicciones, los valores y la vocación periodística de Carlos R. Menéndez serán puestos a prueba una y otra vez en su larga, fecunda trayectoria. Los motivos, siempre los mismos: luchar por mantener las libertades, denunciar las injusticias, abogar por las causas justas, defender el honor público y, sobre todo, mantener cabalmente informada a la sociedad.
Desde los embates de la dictadura de Porfirio Díaz, los abusos de la Revolución, las prácticas antidemocráticas en la lucha por el poder, los latrocinios de quienes ya en el poder traicionan la confianza depositada en ellos, hasta las envidias y odios irracionales de quienes carecen de los mínimos valores humanos, don Carlos tuvo que luchar por defender sus periódicos, propiedades y hasta su propia vida.
En esta lucha, única en los anales del periodismo mundial, tanto por los distintos, diferentes enemigos a los que se enfrentó como por el prolongado asedio transformado en décadas de honorable y digna resistencia, don Carlos fue transformando empresa y nombre, ya sea por el despojo descarado de sus derechos de nombre y propiedad como por el ataque destructor a sus instalaciones y trabajadores.
Hablar detalladamente de esta lucha llevaría páginas enteras. El Diario, en publicaciones anteriores, ha hecho ya un recuento puntual de los sucesos de esta prolongada epopeya periodística.
El interés de esta reseña, minúscula, de la vida de don Carlos es destacar esa vocación indestructible por la tarea periodística. Siete veces don Carlos perdió sus periódicos, propiedades y fortuna, y siete veces resurgió.
De la “Revista de Mérida”, incautada varias veces y destruida física e ideológicamente por los enemigos de la libertad, y que desprestigiada en manos del gobierno desaparecería en el año de 1914, don Carlos creó en 1912 la “Revista de Yucatán”, que al igual que su antecesora sería ferozmente atacada. El 6 de abril de 1912, en la víspera de su salida a la luz, se dicta una orden de aprehensión contra todos los integrantes del Consejo de Administración de la Compañía Editora Peninsular. Por la noche, la policía rodea la manzana del local del periódico, irrumpe en el edificio y apresa a don Carlos. El 7 de abril, encarcelado su director, sale a la luz pública “La Revista de Yucatán”.
Este nuevo proyecto periodístico seguiría el mismo camino doloroso. Persona y obra son perseguidos, incluso por antiguos amigos y colaboradores que cambiaron fácilmente sus valores e ideas. Valores e ideas que Carlos R. Menéndez mantuvo intactas y le valieron la denostación, la injuria, la calumnia y atentados a su persona.
La “Revista de Yucatán” sucumbe el 25 de marzo de 1915, ante atroz ataque, tres años y mes y medio después de haber visto la luz. Son los tiempos azarosos de la Revolución. La “Revista” reaparecería en 1918 para volver a ser cerrada e incautada, pero, indomable, don Carlos la reabre en una tercera ocasión en 1924. Sería la última, pues es incautada dos meses después y pasa al poder del gobierno, que en 1926 termina por desaparecerla.
Sin embargo, Carlos R. Menéndez no se rinde. En 1925, cuando aún circulaba “La Revista de Yucatán”, don Carlos, como en 1912, tiene que buscar otro nombre para el periódico.
El 31 de mayo, a la edad de 53 años, Carlos R. Menéndez funda Diario de Yucatán y publica su primer número. Digno sucesor de las dos “Revistas”, el Diario también sufriría el embate de la sinrazón: el 6 de octubre de 1931, estrangulada su circulación, desamparado por el Gobierno Federal, abandonado a la brutalidad del gobierno estatal, invadido por huestes enemigas, Diario de Yucatán sucumbe. Por destierro, cárcel o incautación, don Carlos Menéndez González se ve privado por séptima vez de su periódico, de sus bienes, de sus instrumentos de trabajo.
Sin embargo, el 12 de marzo de 1933, amparado por la Suprema Corte de Justicia, reaparece Diario de Yucatán en nuevo edificio, en el predio 521 de la calle 60, entre 67 y 65, donde funciona hasta hoy.
Una huelga ilegal el 19 de enero de 1959 le haría cerrar sus puertas una vez más, pero sería por breve tiempo. El 22 de marzo se reanuda la publicación del periódico que, ininterrumpidamente, circula hasta nuestros días.
El 12 de diciembre de 1961, a las seis de la tarde, a la edad de 89 años, Carlos R. Menéndez González deja de existir. Terminan así 72 años de periodista ejemplar y 55 años como director.
Desde Estocolmo, el embajador mexicano en Suecia, Antonio Mediz Bolio, escribió a don Carlos: “Cuando todos callamos en Yucatán, sólo usted dijo la verdad”
D. Carlos consagró el periódico a la defensa de la verdad, la justicia y las libertades públicas. Por defenderlas perdió siete veces toda su fortuna
D. Carlos R. Menéndez fue también poeta e historiador, miembro de las academias de la Lengua y de la Historia
Cuando murió D. Carlos, un adversario ideológico afirmó: “Ha muerto el yucateco más ilustre desde don Justo Sierra”
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